Luis Bernal conoció Believe in Art desde el sofá. Un buen día, ya no recuerda si cayó en martes o miércoles, vio en la televisión una entrevista a las fundadoras de la asociación y le gustó tanto, que se sumó a la iniciativa. De eso hace ya seis años. Ahora, Luis Bernal, delineante retirado y colaborador por vocación, divide su tiempo entre la música y Believe in Art. Es el más veterano de la organización, con más de seis décadas a sus espaldas.
— ¿Cómo se lleva eso de ser el más mayor?
— Estoy rodeado de juventud, así que fenomenal. La experiencia de ser viejo puede ayudar, pero si no fuera por el empuje de la gente joven, no se podría hacer nada, porque ellos son el motor de todo. No sé si estaré cuando cambie de década con los setenta, pero de momento lo llevo bien, porque tengo muchas ganas de hacer cosas… Por ejemplo, ahora mismo estoy activo en tres bandas y en dos grupos de música, entonces todas las tardes de la semana tengo ensayo.
— ¿Y cómo te sientes?
— Más vivo. Como si fuera más joven, sabiendo que no lo soy. Parece una tontada pero, por ejemplo, hace poco, fui a un escape room, que yo al principio no sabía ni que eso existía. Lo pasamos de vicio, de tantas torpezas que hicimos. En cambio, tengo compañeros que se han jubilado y se han quedado parados. Ahora los ves y parecen viejos. Y por eso pienso que todas estas actividades te ayudan. Justamente sales ganando tú, porque tienes la satisfacción de que con lo que tú has hecho, algo se ha conseguido y, entonces, te sientes vivo. Todo lo que puedas hacer por los demás en esta vida, te aportará siempre.
Desde joven, Luis Bernal ha sentido la necesidad de ayudar a otros y de participar en diversos grupos y organizaciones. Recuerda que su primera experiencia se remonta a cuando decidió apuntarse a un grupo de Scouts. Luego, más tarde, siendo trabajador del Ayuntamiento, pensó junto a un compañero en montar un club social destinado a los empleados municipales. Ese club todavía existe. Fruto de esta experiencia, Luis cree en la renovación, “porque cuando uno está en una asociación, sobre todo al frente o colaborando más activamente, tiene que ser por tiempo limitado”. Sólo así surgen nuevas ideas y actividades.
— ¿Entonces Believe in Art debería renovarse?
— Esta asociación es un poco distinta, porque, por ejemplo, si yo estuviera ahí al frente, ¡no desarrollaría nada! ¡No sabría! Porque claro, ¿qué hago? Hace falta alguien que conozca muy bien el tema y de momento así está muy bien. Quiero decir, a lo mejor la dirección tiene que ser así siempre, aunque haya también otras personas que estén ahí. Es un caso distinto.

— ¿Crees que tu trayectoria profesional puede ayudar?
— Haber sido delineante puede ser una pequeña ayuda, desde luego mejor que no haber sido nada parecido o no tener ese sentido artístico. Además, he hecho algún cuadro de estos que no valen ni para regalar a familiares. Alguno está en el trastero, porque en otro sitio no pueden estar. También puede ser una ‘ventajilla’ el haber estado siempre hablando con gente y organizando, pendiente de si cambiaba el alcalde, de esperar a que nos recibieran, etc. Por ejemplo, si alguna vez en Believe in Art me piden ir de acompañante para hablar con algún político, lo hago sin problemas, porque tengo experiencia y son personas que están al servicio de nosotros.
— En este tiempo, ¿qué actividad te ha gustado más?
— Recientemente fuimos a la cárcel de Zuera y estuvo muy bien. Hicimos dos murales grandes, donde el patio de Enfermería y Hospitalización. Las paredes eran de color gris, hormigón visto, muy triste. Se encargó Cayo, que es un graffitero fenomenal, con mucha visión. Lo bueno fue que vinieron dieciocho presos y con ellos la experiencia fue curiosa. Por ejemplo, uno que colaboraba mucho, resultó que lo habían pillado por falsificar un poco de dinero.
— ¡Anda!
— Es gente maja, aunque sus caminos se hayan torcido un poco… Estuvimos allí dos mañanas y, como habíamos dicho de estar tres, ellos nos pidieron que nos quedáramos otra más… Ya habíamos terminado y no fuimos el tercer día, pero la cuidadora Vicky, que también colabora en Believe in Art, los citó al día siguiente para hablar de lo que habían hecho.
En la cárcel de Zuera, Luis Bernal describe con muchas anécdotas la libertad de la que presos y voluntarios disfrutaron para pintar. Uno de los presos “estaba pintando florecicas” y otro “empezó a pintar una escalera, como si se fuera a escapar”. Mientras, Cayo le encomendó los fondos y le pidió que se saliera de los límites, pero a Luis, por su naturaleza de delineante, le costó soltarse. Sin embargo, “ellos pintaron como críos, libres, y luego Cayo lo arregló todo con graffiti y quedó muy bien, muy colorido”, añade.
— ¿Habías estado antes en la cárcel?
— ¡Sí! Además, cuando me preguntaron, comenté: “ah, bueno, yo ya he estado en la cárcel de Torrero”. Al principio les sorprendió. En realidad, fue hace años, con el club social de empleados municipales. Hacíamos campeonatos de baloncesto entre los empleados y el preparador físico de la cárcel de Torrero se enteró, así que nos pidió colaborar e ir a la cárcel a jugar con el equipo de presos. Iba a ser una liga para que los presos jugaran un partido cada semana, pero en esa época comenzó lo del SIDA y al final, de entre todos los equipos del Ayuntamiento, sólo se pudo conseguir uno. Iban a ser un montón de partidos y luego sólo jugamos uno. No obstante, fue una experiencia muy maja, te impactaba, porque resulta ser un ambiente muy distinto del que ves en la tele.
— Volviendo al voluntariado, ¿qué destacarías?
— Me lo paso muy bien y me divierto mucho. A mí me gusta mucho pintar y aquí hay artistas que -¡afortunadamente!- hacen el boceto y el resto que vamos a ayudar sólo tenemos que pintar. Luego, una faena es pintar y otra, limpiar todo. Es un ‘trabajillo’ que da mucha pereza, porque lo bonito es pintar… También me gustaría poder acudir y estar presente en los actos, pero no siempre puedo, así que a veces ayudo en la “logística”, que es también imprescindible, aunque sea una labor más sorda, porque si no, no se puede desarrollar el resto. Cuando intento convencer a mis amigos o conocidos, les digo: “está muy bien, disfrutas como un crío; pintas toda la zona de azul, esto de rojo…” Además, ¿en qué se puede emplear mejor el tiempo que haciendo algo así? Aunque no conoces el beneficiario, ni el que se beneficia sabe que existes, se ha logrado gracias a que tú has ayudado, en vez de estar perdiendo en tiempo.
— Ayudar siempre es importante…
— Sí, lo es. Siempre que sea con un buen fin, claro. A lo largo de mi vida he participado activamente en todo lo que me ha gustado, colaborando en lo que poco, mucho o medianamente he podido. Y esto lo vi distinto, porque no sabes a quién va dirigido físicamente. Entras en una habitación en la que no hay nadie y sabes que la disfrutarán muchas personas, pero no las conoces. Yo, cuando entré en el Hospital Infantil, lo primero en lo que pensé fue en mis nietas, en que ojalá no puedan disfrutar de esto nunca.
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