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Me levanto por la mañana y todo es gris.
No suena música en mi despertador.
Tampoco hay color en las paredes.
Ningún cuadro en casa.
Ni fotos,
ni imágenes en el salón.
Salgo a la calle y tampoco encuentro algo mejor.
No hay pinceladas en el aire.
No hay color en los muros.
No hay diseños en las puertas.
No hay pintadas,
no hay colores ni ilusión.
No suena música en mi reproductor,
ni tampoco en las calles,
sin músicos ambulantes cantándole al sol.
Sin pintar la estación.
Las horas pasan trabajando,
de luna a luna y de sol a sol,
dónde están esos acordes que me embriagan como alcohol.
Cuando el día acaba y se recoge el sol,
la cultura no nos espera,
es un descanso sin color.
No suenan canciones,
no hay películas en el ordenador,
sin el cine,
ni series en el televisor.
No hay libros en los que perderse,
entre líneas y emoción.
Acaba la noche y llega el día,
Otro día sin color.


Con estas líneas llevamos hasta el extremo cómo sería un mundo sin arte, gris y sin color, podemos hacer una pequeña reflexión de cómo sería nuestra vida sin cultura, llevado al extremo.
¿Alguna vez os habéis imaginado el mundo sin arte? ¿Qué sería del mundo sin color? ¿Sin música? ¿Sin creaciones cinematográficas o literarias? ¿Conseguís imaginarlo? Para mí es imposible, y también lo es para Believe in Art.

Desde la ONG consideramos que hay que llevar el arte a los lugares que más se necesita, en concreto a los espacios hospitalarios y de cura, para darles ese toque de alegría, de ilusión de color. El arte nos genera, además de muchas otras sensaciones, la capacidad de imaginar y es a su vez una poderosa herramienta de reflexión. Porque, en definitiva, es difícil imaginar ese mundo sin color.

Andrea Bagüés
@akelarrecreaciones